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Los rodillos acabadores del tren de bandas en caliente (TBC).
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El 19 de mayo de 1981 el entonces principal periódico de tirada nacional publicó un artículo de opinión que firmaba Leonardo Ramón Sales, consejero de Industria y Comercio del País Valenciano. El autor daba su parecer sobre cuál era la ubicación óptima del tren de bandas en caliente (TBC) que debía construirse en España para que el país fuese autosuficiente en producción de chapa con la que alimentar los trenes de laminación que, a su vez, debían abastecer a los sectores de la hojalata, la construcción y el galvanizado, entre otros. Ramón Sales concluía: “La solución del TBC en Sagunto es la única que permite, con el mínimo coste de oportunidad, la realización futura de una planta integral que en todas y cada una de sus instalaciones tenga el máximo grado de modernidad y competitividad, cosa ésta que, además de ser irrealizable en Asturias, anularía la viabilidad de Sagunto en un futuro”. También apuntaba el Consejero de Industria valenciano que solo la opción levantina garantizaría un TBC de dos millones de toneladas anuales “ampliable a cuatro millones”, descartando expresamente tal posibilidad en caso de construir la instalación en Avilés.
Lo cierto es que el TBC que sirvió para fortalecer y dar pleno sentido al entramado de la siderurgia integral asturiana se construyó en Avilés para fastidio de los valencianos y de las predicciones de Leonardo Ramón Sales sólo se cumplió una: la viabilidad de la planta siderúrgica saguntina quedó “laminada”, valga la expresión. Por lo demás, no dio ni una: la opción avilesina sí era realizable, el proyecto saguntino no era el único que garantizaba el desarrollo de una siderurgia integral y pasar de los dos millones de toneladas anuales laminadas a cuatro millones estaba también al alcance de la planta siderúrgica de Asturias; o casi: la capacidad teórica actual es de 3,5 millones de toneladas, pero con la salvedad de que el TBC asturiano está diseñado con una alta flexibilidad que le permite laminar aceros de muy diferentes características. Es decir, que antepone la calidad y la versatilidad a la cantidad.
Para entender la importancia estratégica de que una siderurgia como la asturiana tenga un TBC basta leer las declaraciones de Philippe Meyran, CEO de ArcelorMittal Asturias, con motivo de haberse cumplido en diciembre pasado medio siglo del primer TBC asturiano: “Se pueden comprar desbastes, pero muy raramente se compra bobina caliente; todo lo que se produce y todo lo que se vende pasa por el semicontinuo, por lo que es una instalación que representa el corazón de nuestra empresa. Cuidémoslo y adaptémonos al mercado para que siga con nosotros otros 50 años”.
El TBC automatizado construido en Ensidesa entre 1986 y 1988, una vez resuelto el dilema de ponerlo en Sagunto o Avilés, fue la primera gran reforma del originario, mucho más manual. De aquel tren de laminación pionero es del que se cumplen 50 años, pues data de diciembre de 1971. La primera bobina se fabricó exactamente el día 5 de aquel mes. Según los cálculos de los técnicos que están al tanto de la historia de la instalación (Justo Manso, Francisco García...), se han laminado desde entonces 110 millones de toneladas de acero, que si se extendieran en una cinta continua tendría tanta longitud como para dar cien vueltas a la Tierra.
Ese acero laminado “en caliente” en el TBC asturiano está presente en la vida de los españoles de cientos de formas: la chapa de los coches, los paneles de los electrodomésticos, las latas de bebida y conserva, las barreras de protección de las carreteras, las chapas de las botellas, las estanterías metálicas de las tiendas... Todo lo que esté fabricado de acero y se haya hecho a partir de una chapa plana tiene alta probabilidad de haber pasado entre los potentes rodillos que convierten los “slabs” (desbastes planos de acero fundido de hasta 220 milímetros de grosor) en bobinas de chapa de entre 20 y 1,5 milímetros.
El siderúrgico jubilado Justo Manso, testigo de la reforma llevada a cabo en los años ochenta y exjefe de turno del TBC, apunta que “el mayor reto técnico fue la laminación del acero empleado para construir el gasoducto de Argelia; era plancha de 13,5 milímetros de grosor y de unas características especiales de dureza que hacían muy complicado el trabajo. Pero cumplimos el encargo”.
La Laminación de Avilés cumple 50 años
A juicio de los entendidos en siderurgia, la clave del éxito del TBC asturiano –actualmente propiedad de ArcelorMittal– es la política de mejora continua que se viene llevando a cabo en la instalación. Cuenta Francisco García en un artículo que escribió para conmemorar la efeméride del 50º aniversario de la instalación que “la evolución del TBC ha sido constante para mantener la competitividad y satisfacer las demandas de un mercado cada vez mas exigente. Los proyectos de automatización han sido pilares fundamentales en la consecución de los objetivos de producción y calidad”.
Tanto es así que del tren de laminación original, el de 1971, no quedan apenas restos. En las sucesivas reformas se fueron sustituyendo partes, como los hornos de empuje, el rompedor vertical, el tres desbastador, la tijera o las bobinadoras neumáticas. Y en paralelo a la renovación de las máquinas y la implantación de nuevas tecnologías cambiaron las personas, unas porque tuvieron que reinventarse y otras porque dieron paso a nuevas generaciones. En el relevo generacional, asegura Francisco García, “fue fundamental tanto la labor de formación llevada a cabo por los más veteranos, los que sufrieron en sus carnes las sucesivas reformas del TBC, como las ganas de aprender de los recién llegados”. El objetivo común, recalcan los siderúrgicos, no es otro que asegurar el futuro de una instalación fundamental para la continuidad de la actividad siderúrgica integral en el Principado.
En esa misma línea apuntaba un lúcido artículo datado en 1980 del periodista avilesino José Luis Poyal Costa, posteriormente colaborador de este diario. El autor abogaba por enfocar el entonces controvertido tema de la ubicación del TBC “con criterios técnicos” y expresaba su preocupación por el chalaneo político y sindical, no exento de localismos, que intoxicaba al Gobierno central: “La mejor forma de reivindicar el TBC es demostrar que en Ensidesa tal instalación, así como una nueva acería, sería el auténtico respaldo para asegurar su rentabilidad y todo ello a un coste para el país inferior al que supondría la elección de Sagunto”.
En efecto, fueron los criterios técnicos los que inclinaron la balanza hacia Asturias. El Ministerio de Industria encargó a la empresa Kawasaki un estudio sobre la reestructuración siderúrgica; la publicación del conocido como “Informe Kawasaki” no contentó a nadie, pero se tuvieron en cuenta sus conclusiones. Las propuestas de dicho informe fueron la construcción de una nueva acería en Avilés (la LD-III) con convertidores de 220 toneladas y dos coladas continuas, y en el horizonte 1986-1989 un tren de bandas calientes semicontinuo de 2.000 millones de toneladas/año con posible ampliación a 3,5 millones de toneladas/año.
A diferencia del consejero valenciano de Industria Leonardo Ramón Sales, José Luis Poyal no se equivocó ni un ápice: hasta fue visionario con respecto a la construcción de la acería LD-III al calor del moderno TBC puesto en marcha en sus inmediaciones. Pero esa es otra historia.
Por dos veces Laminación tuvo “el agua al cuello”
“El 16 de octubre de 1979, a las 4 de la mañana, estando de jefes de turno Juan Modia y Rafael Candón, se produjo uno de los incidentes más graves de la historia del Semicontinuo: la rotura del muro del canal del arroyo Requejada provocó en pocas horas una inundación de las instalaciones que quedaron transformadas en marismas. La riada afectó también a la acería LD-III”. Así deja constancia Justo Manso en sus “memorias del TBC” del grave suceso ocurrido hace más de cuarenta años que paralizó la actividad de laminación y puso en jaque a la siderurgia asturiana. La empresa estimó de aquella daños y pérdidas por valor de 1.500 millones de pesetas.
La canalización del arroyo La Requejada a su paso por Gudín hizo crac pasadas las cuatro de la mañana de aquella noche catastrófica de finales de los años setenta. El roto fue de “cerca de diez metros”, según José Luis Poyal, por entonces jefe de prensa de Ensidesa y director de su revista oficial. Aquella riada ahogó la antigua acería LD-II, el tren de “slabbing”, el semicontinuo y laminación en frío.
El día siguiente a la catástrofe y durante dos meses la respuesta y la dedicación de todo el personal adscrito al Semicontinuo fue encomiable para salvar la situación. Se desmontaron todos los equipos eléctricos, hubo que secar cada pieza, limpiarlas y volver a colocarlas. La instalación superó la crisis y volvió a funcionar para la Navidad de aquel año aciago.
Ese fantasma de la inundación reapareció en junio de 2010, un mes en el que Asturias entera registró riadas históricas. El TBC se volvió a ver afectado, nuevamente por la rotura de la canalización del arroyo La Requejada, pero afortunadamente esta vez los daños fueron menores que en 1979.
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