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Arcelor ya ha anunciado que va a prescindir de la cuarta parte de los 17 hornos altos europeos con los que cuenta, si se tienen en cuenta los tres de Ilva (Italia), de los que mantiene el 60% de la propiedad. Ni la demanda actual, agravada por un exceso de importaciones, ni los costes energéticos sostienen su actividad, alega la compañía, que prepara igualmente nuevos ajustes que podrían afectar a más instalaciones del Viejo Continente. Las polacas tienen todas las papeletas de ser las siguientes en caer, siempre amenazadas por una menor productividad y un precio mayor de la energía. Ahora se añade otro riesgo, el de un corte de suministro.
Al horno alto 'A' de Gijón, que se apagará a finales de septiembre, se le suman uno en Bremen (Alemania) y dos en Dunkerque (Francia) -uno de ellos ya no se arrancará más, afectado por el proceso de descarbonización de la planta-. Y todo apunta a que, tras ellos, se decidirá qué hacer con los dos de Dabrowa Górnicza, en Polonia. Precisamente, la crisis del acero de 2019 se llevó por delante de forma definitiva otro de los que había en ese país, el de Cracovia. Entonces, en una primera oleada de recortes, los ajustes se concentraron en la factoría de esta localidad polaca, cuyo horno alto no volvió a funcionar más, y en las de Asturias, que lograron recuperar la actividad impulsadas en 2021 por una demanda disparada. A estas instalaciones de cabecera se suman otras paradas como la de la acería eléctrica de Sestao, menos competitiva aún que la siderurgia integral en las actuales condiciones; la planta de reducción directa del mineral de hierro (DRI) de Hamburgo, que funciona con gas; varias líneas acabadoras o el descenso de producción en Duisburg y Eisenhüttenstadt (Alemania).
Tampoco se descarta que en Asturias los recortes puedan ser aún superiores. Hasta ahora los dos hornos altos de Gijón funcionaban a dos tercios de su capacidad y se espera que el 'B' se ponga al 100% y compense en parte la parada del 'A', de forma que aún se pueda abastecer a la acería de Avilés, sobre todo, para contar con desbastes para los trenes de chapa gruesa y hojalata, que cuentan con cartera de pedidos. Son, de momento, los productos de la división de planos que disponen de suficientes contratos, aunque notan la debilidad del mercado. Así, en hojalata, que es especialmente sensible a lo que sucede con el campo y la pesca, preocupa la travesía del desierto que sufre el sector agroalimentario, del que depende en buena medida. Al aumento de costes se le unen los efectos de la sequía y las malas cosechas, que auguran una mala temporada y una reducción de actividad en la industria conservera.
Chapa gruesa, por su parte, aguanta con una buena cartera. Su producción se destina, principalmente, al sector de la energía (aerogeneradores), el naval y a empresas de construcción de obras públicas. Está siendo importante también el reparto de los pedidos de la planta que Arcelor tiene en Ucrania, que mantiene una actividad mínima, y que se han distribuido por otras factorías del continente.
Mientras que en largos -carril y alambrón- hay mejores expectativas, al disponer de una mayor competitividad que las acerías eléctricas, en planos el panorama es sombrío por la caída de la demanda de la construcción, que la compañía cifra en un 40%, y el desplome de la industria de la automoción, con paradas por la falta de suministros, como sucede con los microchips. Esto impacta principalmente en el TBC, laminado en frío y galvanizado.